lunes, 13 de mayo de 2013

EL MAESTRO



El timbre que marcaba el final de la clase sonó. Los alumnos se precipitaron a recoger sus libros y salieron, como tantos otros días, sin apenas despedirse.
El viejo profesor contempló el aula vacía y escuchó, por primera vez, el sonido del silencio que presagiaba la soledad de su inminente jubilación.
Hacía casi cuarenta años que había llegado a ese pueblo y allí se había asentado como el eterno maestro. Había vivido momentos felices, pero también tristes como la pérdida de su esposa. Sabía que todos lo querían y aun así no pudo reprimir un gesto de dolor por la marcha fugaz de sus pupilos.
Se dejó caer sobre su silla y notó cómo las lágrimas rodaban por sus mejillas. Un ruido lo rescató de sus pensamientos; levantó la cabeza y allí estaban todos: los niños y sus padres; los que eran y los que fueron sus alumnos. Todos.


2 comentarios:

  1. En este caso es un relato tierno y con final feliz, pero con frecuencia hay maestros que al jubilarse se encuentran con el fin de la temporalidad y desconocidos o casi en cualquier otro punto.

    Saludos.

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  2. Es verdad. En este caso he querido reconocer esa labor de guía y maestro de generaciones de padres e hijos, pero no siempre es así, y más en los tiempos que corren en los que la labor del profesor generalmente no es reconocida por la mayor parte de la sociedad.
    Un saludo.

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