domingo, 6 de enero de 2013


DÍA DE REYES

            Hace poco paseaba con mi familia por las calles abarrotadas de la capital. Los transeúntes se cruzaban con nosotros cargados de bolsas y regalos. Mi hijo, extrañado, me preguntó por qué la gente compraba tantos paquetes cuando los Reyes estaban a punto de llegar, “¿por qué no se los piden a ellos?”. Ese inocente comentario me hizo reflexionar sobre cómo ha evolucionado tal día como hoy desde hace apenas sesenta años.
            Mi abuelo me contaba, entre risas y alguna que otra lágrima que evocaba la dureza de un tiempo pasado, cómo para él los Reyes marcaron sus primeras alegrías. Recordaba con orgullo un coche de latón con el que solía jugar.
            La generación de mis padres no lo pasó mejor. Una infancia marcada por una férrea posguerra dejó sus huellas en los escasos regalos que los de Oriente dejaban en sus ajados zapatos. Unas castañas o un parchís de madera se contaban entre lo más selecto de los obsequios con los que los tres magos premiaban el comportamiento de unos niños que pasaron su infancia marcados por un conflicto que ellos no habían causado. Cuántas veces habré oído a las vecinas de mis padres, muchas de ellas coetáneas, relatar sus juegos con muñecas de trapo que llevaban vestidos o chaquetas del color de aquel vestido que la pequeña de la familia ya no usaría más puesto que estaba demasiado estropeado y cuyo pelo era igual a la lana con la que su madre había tejido un jersey para el mayor, para que no cogiera frío cuando salía al campo a cosechar.
            Mi generación empezó a disfrutar de los primeros coches teledirigidos popularizados, de bicicletas o patines. Las niñas recibían sus primeras Nancys y sus Lucas; luego llegaron las Barbies con sus Kents y las casas mostraban sus primeros años de bonanza que han ido aumentando según el estado de bienestar se ha ido asentando en nuestros hogares. Ya no había límite para unos hijos que tenían que disfrutar “aquello que nosotros no tuvimos”.
            Los últimos años han estado marcados por un bombardeo comercial. Multitud de catálogos inundan nuestros buzones desde principios de noviembre y los niños se dejan seducir por las últimas tecnologías y los muñecos que hacen de todo y se convierten en todo. Sin embargo, hoy he escuchado en las noticias que en estos últimos años la crisis ha provocado que en muchos domicilios los Reyes hayan visto mermado su presupuesto para regalos y por este motivo han descendido tanto el número como la cuantía de los presentes.
            Y yo, sigo haciéndome una reflexión, ¿lo que importa es el valor del regalo? Indudablemente lo realmente importante es ver la cara de tu hijo abriendo los paquetes que han dejado los Reyes bajo el árbol, al lado de sus zapatos que con tanta ilusión colocaron la noche anterior, antes de irse a la cama a seguir soñando con los tres magos de Oriente que vendrán un año más cargados de imaginación e ilusión.

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