¿QUÉ
MAL PADECE LA CULTURA?
¿Realmente
podemos hablar de un mal que acecha y ataca la cultura? La respuesta, desde mi
punto de vista, es claramente un sí. Y es que me atrevo a afirmar que la
cultura está enferma, es más, creo que agoniza lentamente.
Solo
tenemos que ver el telediario o leer detenidamente un periódico para
sorprendernos con el cierre de una librería. Llamó mi atención, hace unos días,
el caso de Catalònia, en Barcelona, que
desmantela rápidamente sus estanterías para impregnarse con el aroma de las
hamburguesas de una franquicia mundial. La crisis que azota el país está
llegando a los pequeños comercios, librerías de toda la vida, aquellas donde
nuestros progenitores adquirían sus primeros libros, o donde nos compraron los
ejemplares con los que nos hemos formado para llegar a ser lo que hoy somos, y
que ante la falta de clientes tienen que echar el cierre. El librero ya no
aconseja el último éxito literario paladeando cada metáfora presente en las
páginas de un nuevo ejemplar que haría las delicias de un aventajado lector.
Hoy en día, nos dejamos llevar por el populismo y en la lista de los más
vendidos figuran ejemplares de los famosos de turno contándonos una todavía
joven biografía.
Otra patología de esta rara
enfermedad que padece la cultura está en el teatro. En mi ciudad, Guadalajara,
los artistas luchan por que no se cierre el Teatro Moderno, y buscan un espacio
para sacar a la luz su arte al igual que los personajes de Pirandello buscaban
a su autor. Y ya es difícil tener que
luchar contra las escasas aportaciones de las Administraciones o tener que
llenar el teatro de espectadores reticentes que se dejan seducir por los
efectos especiales del cine o los goles de los Cristiano o Messi de turno, como
para, además, prescindir de un lugar donde desarrollar tu trabajo.
Y qué decir de los cines. Los
desorbitados precios provocan una caída de los espectadores que solo llenan las
salas con unos cuantos films, principalmente de aquellos que vienen precedidos
de una arrolladora publicidad o que han sido protagonizados por los actores o
actrices del momento. Y si acotamos más la cuestión y nos ceñimos al cine
español nos damos cuenta de que, aunque vaya ganando en calidad, todavía no
tenemos los medios para competir con la imponente industria norteamericana que
apuesta por películas no siempre de gran calidad pero que llenan salas
imponiéndose a las nacionales.
¿Y la música? Tampoco se salva.
En definitiva, creo que el
diagnóstico de nuestra cultura es desolador pero quiero creer que todavía queda
esperanza, que una buena dosis de fe y esfuerzo puede hacer que renazca. Me
gusta pensar en el olmo de Machado y en sus hojitas verdes brotando con la
llegada de la primavera. Yo también, como él, espero que este paciente se
levante y ande.