El anciano regresó a su pueblo con la mente puesta en una inminente despedida. Observó el campo ceniciento, antaño labrado por sus ajadas manos. Desde el asiento trasero del coche que lo devolvía a la capital se oyó un susurro apenas audible: ahora el campo está de luto.
Una despedida bien silenciosa. ¡Muy intenso!
ResponderEliminarSaludos
Muy triste tu micro, pero muy bien hilado...
ResponderEliminarVeo por aquí amigos comunes, me quedaré un ratico, hasta estoy yo en
El Microrrelatista
Gracias por tu visita
Besicos