Hacía un mes que se conocían. No habría sido capaz
de decir qué le había llamado la
atención de esa mujer que se había hecho un hueco en su rutina diaria. La
visitaba todas las mañanas y siempre lo recibía con una sonrisa en los labios.
Aquella mañana de domingo fue diferente. Las nubes
presagiaban tormenta y una extraña sensación oprimía su pecho, pero él no supo
identificar las señales. Se acercó a ella. No le gustó su aspecto. Le costaba
respirar. Él tomó su mano; la aferró fuertemente y le susurró palabras de
aliento que reconfortaron su maltrecho ánimo, como había hecho todos los días
durante el último mes.
Ella sacó fuerzas de flaqueza para sonreír una vez
más y mientras su alma se marchaba de sus labios salió un apenas audible “gracias,
doctor”.
Nos has llevado al desenlace como con una mascarilla puesta, como ocultando el ambiente en el que se desenvolvía. Bien trazado el relato.
ResponderEliminarAbrazos