Colecciono espejos. Sí, lo sé, es extraño.
Mis conocidos aseguran que soy un tanto ególatra y un poco narcisista. ¡Qué
saben ellos! ¡Tristes ignorantes! Pero prefiero que piensen así de mí a que
descubran mi secreto.
Hace ya muchos años, cuando tan solo era un
niño, jugueteaba frente al espejo que era la puerta corredera del armario
empotrado de la habitación de mis padres. Mi abuelo me descubrió y yo sentí la
vergüenza que precede a la inocencia del niño.
-No te ruborices, Juan, no hacías nada malo,
o, ¿no será que has encontrado el espíritu del espejo y me lo quieres ocultar?
-¿El espíritu del espejo, abuelo? ¿Qué es
eso? –lo interrogué con los ojos abiertos como platos.
-Existe un espejo en el mundo. Nadie sabe
dónde está, pero cuenta la leyenda que quien lo encuentra descubre la felicidad
eterna. Te vi reír y creí que lo habías encontrado.
Al día siguiente de nuestra conversación mi
abuelo falleció y yo creí que se había escondido en un espejo. Desde entonces
busco en cada uno de ellos su imagen y la felicidad eterna.
Este relato ha sido presentado al III Certamen de relato corto... para mesilla de noche. En esta ocasión el tema del mes de Junio es EN EL ESPEJO. El relato no debe contener más de 200 palabras.
Felicidades por este cuento tan imaginativo y bonito. Lo que no tuvo tiempo de explicarle el abuelo es que la felicidad está dentro de nosotros y que por eso debía buscar en el espejo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Lo cierto es que ese es el fondo del cuento,pero había que contarlo en 150 palabras como máximo. Gracias por el comentario, amigo.
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